El agua bendita es probablemente uno de los sacramentales más conocidos en la Iglesia Católica. No confundan sacramental con sacramento. Un sacramental es un signo sagrado según el modelo de los sacramentos mediante el cual se significan efectos obtenidos por la intercesión de la Iglesia.
Es usada en muchas ocasiones por los sacerdotes. ¿Alguna ves te has preguntado desde cuándo la usa la Iglesia? ¿por qué siempre la encontramos en la entrada de todos los templos? Estas y otras preguntas son respondidas en este artículo.
Conoce 5 cosas que sabías sobre el agua bendita:
Se puede decir que el origen del agua bendita se remonta hasta tiempos de Nuestro Señor Jesucristo porque Él mismo bendijo las aguas. Más adelante, el papa San Alejandro I, quien ejerció el pontificado desde el año 121 d.C. hasta el 132 d.C. determinó que se pusiera sal en la bendición del agua mientras se rezaban las oraciones que acostumbra la Iglesia. Los judíos solían echar ceniza sobre el agua, por eso San Clemente decía que lo que bajo la antigua ley era la ceniza, bajo la gracia es la sal.
Se colocan allí para que nos signemos con agua bendita al entrar al templo y seamos benditos por el Señor con la señal de la cruz. De esta manera le entregamos todos nuestros sentidos en su casa. Por eso al entrar debemos rogar para que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones, infundiendo en ellos aquel temor, edificación, silencio y reverencia que se merece tan santo lugar.
Se hizo para remplazar una antigua ceremonia judía en la que antes de entrar en oración se lavaban pidiendo a Dios quedar puros y limpios. Para borrar esa figura, los sacerdotes católicos primero bendecían el agua según un rito que aún se conserva.
El agua bendita simboliza el sudor de Nuestro Señor Jesucristo en el huerto y la preciosísima sangre que salió de su costado.
Tradicionalmente se sabe que el agua bendita tiene los siguientes efectos:
– Ahuyenta toda potestad demoníaca sobre las personas y lugares sobre las que se rocía.
– Borra los pecados veniales.
– Ahuyenta toda sobra, fantasía y astucia diabólica.
– Quita las distracciones en la oración.
– Nos dispone, con la Gracia del Espíritu Santo, a una mayor devoción.
– Se nos infunde la virtud de la divina bendición para recibir los sacramentos, para administrarlos, y para celebrar los divinos oficios de Dios.