Con frecuencia cuando comentamos en nuestro entorno algún problema o alguien intenta ayudarnos, la indicación suele ser la misma o algo muy parecido a: ¡¡Tienes que ser más optimista!! Lo cual ante determinadas situaciones nos parece realmente difícil, cuando no imposible.
Aunque no lo parezca, esta tendencia al pesimismo o a centrarse en lo negativo está anclada en nuestro cerebro, ya que a través de los años ha ido desarrollando una gran habilidad para detectar amenazas de todo tipo, lo cual, si lo pensamos bien, supone una ventaja evolutiva.
Cómo sucede con el estrés, está tendencia a detectar amenazas en muchas ocasiones se nos va de las manos, magnificando y prolongando en el tiempo las amenazas reales y haciendo que pensemos que la cosa va a ir a peor.
Visto lo anterior, “mantenerse positivo” es un reto diario que requiere nuestro esfuerzo y atención. Para “pensar en positivo” hay que trabajar y saber lidiar con esa tendencia de nuestro cerebro a centrarse en las amenazas y sus consecuencias. Por tanto no es algo que vaya a ocurrir de repente o de manera espontánea sino algo que debemos cultivar.
Pensamiento positivo, salud y rendimiento laboral
Lo más curioso es que el pesimismo, no es sólo nocivo a nivel emocional, sino que también tiene efectos nefastos sobre nuestra salud tal y como indican numerosos estudios.
En estos estudios se muestra como tanto el optimismo como el pesimismo influyen en la salud general, llegando incluso a señalar que los pesimistas sufren un mayor deterioro con la edad o incluso una menor respuesta del sistema inmunológico ante tumores o infecciones al contrario que ocurre con la gente optimista.
Los efectos del optimismo llegan incluso hasta el rendimiento laboral, por ejemplo, cuando se estudian las diferencias en vendedores, los optimistas llegan a vendar cerca de un 40% más que los pesimistas.
La buena noticia es que el psicólogo norteamericano Martin Seligman, uno de los autores que más ha estudiado el optimismo, ha llegado a la conclusión de que el optimismo es una habilidad que se puede aprender y por lo tanto podemos cambiar muestra forma de actuar y pensar.
A continuación vamos a ver algunas técnicas que os pueden ayudar a realizar este cambio:
1. Se consciente de tu forma de pensar y de como influye en tus emociones
Normalmente no reparamos en lo que estamos pensando en un momento concreto y sobre todo en cómo esto influye, y mucho, en cómo nos sentimos. Lo primero que tenemos que hacer a aprender a detectar esos pensamientos y después aprender a cuestionarlos.
Veamos un ejemplo:
Cuando algo me sale mal, me siento triste. Si investigo que pienso en esas situaciones, seguramente será algo del tipo: “No valgo para nada”, “Todo lo hago mal”, etc. Lo siguiente sería cuestionarlo: ¿realmente lo haces todo mal?, ¿no sabes hacer nada bien?, ¿nunca haces nada valioso?, etc.
2. Céntrate en lo positivo
Cómo podrás imaginar esto requiere práctica, una vez que hemos aprendido el paso anterior, lo siguiente es enseñar a nuestro cerebro a seleccionar la información de tipo positivo y dirigir la atención sobre ella.
Fíjate que en situaciones muy adversas esto puede ser un auténtico reto. Aquí Seligman nos recomienda un sencillo ejercicio para adquirir este hábito. Antes de terminar el día, intenta apuntar un mínimo de tres cosas que hayan ido bien en una especie de diario que podrás consultar en momentos duros y que te ayudaran a centrar tu atención en los aspectos positivos de tu día a día.
3. Trabaja una actitud de agradecimiento y gratitud
¿Alguna vez piensas en aquellas cosas o personas por las que estás realmente agradecido en tu vida y en la razones para mantenerlo?
El hecho de traer esta información a nuestra mente hace que de forma casi automática cambie nuestro enfoque sobre la situación. Aunque no te lo parezca, esto es muy importante, incluso hay estudios que apoyan que esta actitud ayuda a reducir los efectos del estrés, mejora el humor, la sensación de energía y disminuye la ansiedad.
En conclusión
Como ya sabrás, cambiar nuestra perspectiva sobre una determinada situación no es tarea sencilla, sin embargo siempre podemos hacer cosas por conseguirlo. Estas tres sencillas estrategias son una forma sencilla de empezar, pero recuerda que la clave está en entrenar y desarrollar este hábito. Recuerda que los beneficios son muchos como para no intentarlo.